No hay peor verdad que una a medias, o mejor dicho, no hay mayor mentira que una verdad a medias. Pero yo voy más allá, no hay mayor verdad que su media.
Morante lo volvió a hacer una vez más, ese toreo de capa de escogidos volvió a sucumbir a La Maestranza, y con suave giro de muñecas se enrosco en la cintura el percal al paso de un astado casi andando. El graderío fue un clamor, los portales de internet, la prensa especializada, todo el planeta toros claudica ante un quite que deja de ser un recurso para convertirse en una obra de arte, efímera, pero al fin y a cabo algo inalcanzable para muchos, apto para aquellos tocados con la varita de lo sin igual. Un Morante que cada vez lo comprenden menos, sobre todo en la Maestranza, un Morante que se pierde la mala suerte de sus lotes, y que sobrevive a esos destellos que lo hacen mágico. Deléitense ante este artista efímero y bohemio que crea arte adecuando la tela ante la embestida de la bravura